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Roma, 16 de octubre de 2025
Fiesta de San Gerardo Mayela
Misioneros de la Esperanza tras las huellas del
Redentor
Año dedicado a la misión
El Señor nos envía como misioneros y peregrinos de la Esperanza en un
mundo herido
Lc 4,16-19, Mc 6,7-12, Lc 9,2-6, Sal 130,7 Const. 1-20, Est. 01-020
Tricentenario del nacimiento de San Gerardo
Queridos cohermanos, formandos y familia redentorista:

1. Con gran alegría celebramos hoy la fiesta de San Gerardo Mayela,
nuestro querido hermano, en un contexto profundamente simbólico: el
Jubileo de la Esperanza y los 300 años de su nacimiento. Esta
celebración trasciende un simple recuerdo histórico; es un tiempo de
gracia, una invitación a redescubrir la belleza de la santidad forjada
en las pequeñas y silenciosas cosas de la vida cotidiana.
2. Celebrar a San Gerardo no es solo venerar a un santo
conocido por sus milagros; es, sobre todo, permitir que su vida siga
resonando en el presente como fuente de inspiración y llamado a la
autenticidad en nuestro seguimiento de Jesucristo, el Redentor. Gerardo
se dejó moldear por el amor de Dios en las situaciones más ordinarias,
en las tareas humildes y en las relaciones cotidianas, revelando que la
grandeza de la santidad se manifiesta, muchas veces, en lo oculto y lo
sencillo.
3.
Fue un hombre de corazón abierto a Dios y de profunda sensibilidad ante
el sufrimiento humano. Vivió con radicalidad su vocación redentorista,
incluso en medio de las pruebas, mostrando que la santidad no consiste
en la ausencia de dolor, sino en la fidelidad amorosa en todas las
circunstancias. Supo escuchar con el corazón, hacerse cercano y
convertirse en un signo de esperanza para tantos que se acercaban a él.
Con gestos sencillos, pero llenos de ternura, ayudaba a los demás a
reencontrar el sentido de la vida, la fe en Dios y la confianza en sí
mismos.
4. En este tiempo de esperanza jubilar, San Gerardo
continúa enseñándonos a mantener los pies firmemente plantados en la
realidad, con sus luces y sombras, y la mirada puesta en el Redentor,
fuente de toda esperanza, porque Él es la esperanza que no defrauda (cf.
Rm 5,5). Su memoria nos desafía a ser una presencia humana y compasiva
junto a los pobres y abandonados de hoy, no de manera abstracta, sino
concreta, comprometida y sensible a las múltiples formas de pobreza de
nuestro tiempo.
5. Creo que San Gerardo nos invita a acercarnos, con
espíritu samaritano, a las pobrezas del mundo actual: “aquella de los
que no tienen medios de sustento material, la pobreza del que está
marginado socialmente y no tiene instrumentos para dar voz a su dignidad
y a sus capacidades, la pobreza moral y espiritual, la pobreza cultural,
la del que se encuentra en una condición de debilidad o fragilidad
personal o social, la pobreza del que no tiene derechos, ni espacio, ni
libertad” (Exhortación Apostólica Dilexi te, n. 9). Él, en su tiempo,
fue un signo de la presencia misericordiosa de Dios para estos hermanos
y hermanas. Que siga siendo para nosotros ejemplo e intercesor, para que
permanezcamos siempre fieles al carisma que el Espíritu Santo confió a
la Congregación.
6. En este día en que celebramos con alegría la fiesta de
San Gerardo Mayela, quiero recordar con especial gratitud a todos los
Misioneros Redentoristas Hermanos. Al igual que San Gerardo, muchos
continúan dando testimonio, con su vida, de la belleza de una vocación
marcada por la sencillez, el servicio generoso y una presencia discreta,
pero profundamente transformadora, en medio del pueblo. Son hombres que,
con humildad y dedicación, construyen el Reino de Dios en lo cotidiano,
asumiendo con amor la misión redentorista en todas sus dimensiones. Que
el ejemplo de San Gerardo siga inspirando y fortaleciendo a cada Hermano
Redentorista en su entrega fiel y silenciosa a Cristo Redentor, y
despierte la vocación para hermano en el corazón de los jóvenes.
7. Pidamos, pues, la intercesión de San Gerardo para que podamos vivir y
anunciar el Evangelio con renovado coraje, alegría y esperanza,
caminando con el pueblo, atentos a los signos de Dios en la historia,
abiertos a la acción del Espíritu y recordando siempre que la santidad
se construye paso a paso, en lo cotidiano compartido con los demás,
sostenidos por la gracia del Espíritu Santo. Que él nos ayude a pasar a
la otra orilla (cf. Mc 4,35; Communicanda 2/2025).
Fraternalmente,
P. Rogério Gomes, C.Ss.R
Superior General
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