Roma, 01 de agosto de 2025
Fiesta de San Alfonso María de Liguori

Misioneros de la Esperanza tras las huellas del Redentor
AÑO DEDICADO A LA MISIÓN
El Señor nos envía como misioneros y peregrinos de la Esperanza en un mundo herido
Lc 4,16-19, Mc 6,7-12, Lc 9,2-6, Sal 130,7 Const. 1-20, Est. 01-020

A los cohermanos, obispos redentoristas y formandos;
A las hermanas de la orden del santísimo redentor;
A las hermanas y hermanos de congregaciones religiosas que comparten el carisma alfonsiano;
A los laicos asociados a nuestra misión, oblatos redentoristas
Y ex seminaristas redentoristas:


1. En este día en que celebramos a San Alfonso María de Liguori, nuestro fundador, se nos invita a contemplarlo no sólo como maestro y guía, sino como una fuente viva de inspiración carismática y un modelo valiente de respuesta ante el mundo herido en el que vivimos. ¿Qué interpelaciones nos hace hoy San Alfonso para ser fieles al carisma que hemos recibido?


2. En medio de los dolores de su tiempo —la miseria de los campesinos, el abandono espiritual de los pobres, la rigidez de una moral que oprimía las conciencias—, San Alfonso respondió con creatividad, audacia y compasión evangélica. Su espíritu misionero lo llevó a dejar su condición de noble para ir al campo; del confesionario hizo su cátedra, para estar con los más olvidados, escucharlos, perdonarlos y anunciar la Buena Nueva de la misericordia. Su cercanía con los pobres, y su teología centrada en la ternura, en la misericordia de Dios y en la benignidad pastoral, siguen iluminando la misión redentorista. Alfonso no ofreció respuestas fáciles y, muchas veces, ni siquiera las obtuvo, dadas las circunstancias de su tiempo, pero abrió nuevos caminos con libertad interior, fidelidad creativa y pasión por el Evangelio. Y nosotros, misioneros redentoristas, siguiendo la tradición de nuestro fundador: ¿cómo estamos escuchando a las personas que se acercan a nosotros? ¿Qué lenguaje teológico estamos utilizando? ¿Cómo estamos ayudando a formar su conciencia? Responder a estas preguntas exige de nosotros formación continua, apertura al Espíritu y un corazón siempre disponible para el servicio de la misión.


3. Ante un mundo herido por guerras, exclusiones, crisis de fe y rodeado de periferias geográficas y existenciales, es urgente la presencia de hombres y mujeres con la audacia de Alfonso: profetas de la esperanza, discípulos misioneros que reconocen los dolores del mundo y se comprometen con ellos. Es necesaria la virtud del samaritano, que ve al caído, se conmueve, se acerca, venda las heridas, las cuida y lo lleva a la posada para continuar el cuidado, y asume la responsabilidad y cuidado hasta su completa restauración (cf. Lc 10,25-37). Sin embargo, es igualmente esencial la colaboración de quienes hacen posible esta misión. Recuerdo con gratitud a las muchas personas que, en las diversas realidades donde actuamos, caminan a nuestro lado en el anuncio de la copiosa redención.
 

4. Para llevar adelante esta misión, necesitamos una espiritualidad profunda, enraizada en la fuente del Evangelio. Eso fue lo que sostuvo a Alfonso a lo largo de toda su vida y misión. La espiritualidad redentorista no es una huida de la realidad, sino una respuesta encarnada y compasiva al clamor de los más pobres y abandonados. Inspirada en el misterio de la copiosa redención, nos impulsa a tocar, con ternura y fe, las heridas de la humanidad, especialmente en las periferias geográficas y existenciales. Por eso, la misión no puede ser postergada ni vivida con tibieza. Cada comunidad, cada cohermano, cada laico redentorista está llamado a ser un signo vivo de la misericordia de Dios: una presencia que acoge, escucha, consuela y anima. Por ello, el tiempo presente es nuestro campo sagrado. A él somos enviados a vivir nuestra vocación con esperanza activa, valentía evangélica y nutridos por el ardor misionero de nuestro Fundador.
 

5. En el actual Jubileo de la Esperanza, la Iglesia nos invita a vivirlo como gracia y renovación misionera. Como Congregación, se nos interpela a acoger este Jubileo como un impulso para una nueva escucha del Espíritu. ¿Qué nos está pidiendo hoy el Señor? ¿Qué renovación desea el Espíritu en nuestra forma de estar entre los pobres y de anunciar al Redentor? El Jubileo nos desafía a una conversión misionera: retomar el ardor inicial, ir con valentía a las periferias, dejarnos tocar por la realidad de los más vulnerables, como lo hizo San Alfonso. La esperanza que profesamos es un antídoto contra el pesimismo que, cuando entra en la vida cristiana y consagrada, provoca una gran ceguera y parálisis que, poco a poco, nos enferma y nos lleva a morir como personas e institución.


6. Como Congregación, nos estamos preparando para celebrar el Jubileo de los 300 años de fundación. Esta es una oportunidad providencial para preguntarnos: ¿qué Congregación queremos para el futuro? El futuro depende de nuestra capacidad de mirar con sabiduría el pasado, sin quedarnos atrapados en él, y de asumir con corresponsabilidad, fidelidad creativa y sin miedo, el hoy de nuestra historia. Muchas veces caemos en la tentación de desear una Congregación moldeada a nuestra imagen y fantasía. Sin embargo, esa forma de pensar puede sofocar el carisma y empobrecer la misión, llevándonos al vaciamiento de nuestra identidad. La Congregación está formada por todos nosotros: sacerdotes, hermanos, formandos y laicos, con nuestras fragilidades y dones. Juntos formamos un mosaico vivo que refleja el rostro del Redentor. Es esa diversidad, acogida y ofrecida con generosidad, la que hace brillar la belleza de nuestra misión. Cuando nos negamos a ofrecer nuestra parte —ese pequeño pero único fragmento de nuestra vida y vocación—, el mosaico pierde su fuerza y luminosidad. Cada aporte es indispensable para que la Congregación siga siendo signo de esperanza y redención en el mundo.


7. Queridos cohermanos, formandos y miembros de la Familia Redentorista: celebremos este día con el corazón abierto y los pies firmes en los caminos de la misión. San Alfonso nos enseña la esperanza que persevera, la creatividad que renueva y la misericordia que consuela. Que su ejemplo continúe inspirándonos a ser “Misioneros de la Esperanza, tras las huellas del Redentor”, convirtiéndonos en signos vivos de la presencia de Dios en el corazón de un mundo herido y doliente. Que nuestra Madre del Perpetuo Socorro nos acompañe en este camino, junto con los Santos, Beatos y Mártires redentoristas que, a ejemplo de nuestro Fundador, permanecieron fieles hasta el final a la misión del Redentor.

Fraternalmente,
P. Rogério Gomes, C.Ss.R
Superior General