El 8 de
septiembre celebramos el Nacimiento de la Virgen María o Natividad de
María. Se celebra nueve meses después de la dedicada a la Inmaculada
Concepción de la Virgen, que tiene lugar el 8 de diciembre.
Solo se celebran tres cumpleaños en el calendario litúrgico de la
Iglesia:
- la Natividad de Nuestro Señor (25 de diciembre),
- la Natividad de Juan el Bautista (24 de junio)
- la Natividad de la Virgen María el 8 de septiembre.
Por lo tanto, la Iglesia honra de manera única a las tres figuras
principales relacionadas con la Encarnación y la Redención.
El Evangelio no nos da datos del nacimiento de María, pero hay varias
tradiciones. Algunas, considerando a María descendiente de David,
señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala
Nazareth como cuna de María.
Según una tradición piadosa, los santos Ana y Joaquín habían sido
infértiles durante toda su vida matrimonial. Entonces, como Sara
(Génesis 21,2) e Isabel (Lucas 1), Santa Ana concibió en su vejez. Esta
niña era la Santísima Virgen María.
Esta fiesta se comenzó a celebrar oficialmente con el Papa San Sergio
(687-701 d.C.) al establecer que se celebraran en Roma cuatro fiestas en
honor de Nuestra Señora: la Anunciación, la Asunción, la Natividad y la
Purificación.
El nacimiento de la Virgen María tuvo privilegios únicos. Ella vino al
mundo sin pecado original y fue elegida para ser Madre de Dios. Era
pura, santa, y tenía la gracia santificante, desde su concepción. Con
este hecho, se cumplieron las Escrituras y todo lo dicho por los
profetas
En la plenitud de los tiempos, María se convirtió en el vehículo de la
eterna fidelidad de Dios. Hoy celebramos el aniversario de su nacimiento
como una nueva manifestación de esa fidelidad de Dios con los hombres.
Después del pecado original de Adán y Eva, Dios había prometido enviar
al mundo a otra mujer cuya descendencia aplastaría la cabeza de la
serpiente. Al nacer la Virgen María comenzó a cumplirse la promesa.
La vida de la Virgen María nos enseña a alabar a Dios por las gracias
que le otorgó y las bendiciones que derramó por Ella sobre el mundo.
Celebremos con alegría el nacimiento de María, pues de ella nació Cristo
Nuestro Señor, encomendemos nuestras necesidades a Ella y regala flores
a la Virgen en alguna capilla, en señal del amor.
El nacimiento de María se encuentra en la confluencia de los dos
Testamentos, poniendo fin a la etapa de la expectativa y las promesas, e
inaugurando la era de la gracia y la salvación en Jesucristo.
El nacimiento de María está ordenado en particular para su misión como
Madre del Salvador. Su existencia está indisolublemente unida a la de
Cristo: participa de un plan único de predestinación y gracia. El plan
misterioso de Dios sobre la Encarnación del Verbo abarca también a la
Virgen, que es su Madre. De esta manera, el Nacimiento de María, como su
Divino Niño, se inserta en el corazón mismo de la Historia de la
Salvación.
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