Roma, 1° de agosto de 2020
Queridos cohermanos, hermanas, laicos misioneros y asociados:
¡Muchas bendiciones para ustedes en esta solemnidad de San Alfonso María
de Ligorio! En la celebración Eucarística de su fiesta este año, las
palabras de la primera lectura son el eco de un desafio profético que
San Alfonso nos dirige, y que nos recuerda la vocación a la cual nuestro
Redentor nos ha llamado. Permítanme parafrasear ligeramente las palabras
de Isaías:
"El espíritu del Señor Dios está sobre [nosotros], porque el Señor nos
ha ungido; nos envía a llevar la Buena Noticia a los pobres, a sanar a
los oprimidos de corazón, a proclamar la libertad a los cautivos y la
liberación a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor... a
consolar a todos los que lloran. " (cf. Is. 61, 1-2).
¡Este es el reto! ¿Creemos realmente que este año, 2020, es el "año de
gracia" del Señor? ¿Cuál es la "Buena Noticia" que proclamamos? Mientras
celebramos esta fiesta, en muchos países nuestras Iglesias seguirán
cerradas, y nuestra gente no podrá celebrar la Eucaristía con nosotros.
En otros lugares, las restricciones limitarán el número de personas que
puedan hacerse presentes físicamente. Pero esto no es todo. Los
efectos-económicos, sociales, políticos — de la pandemia Covid-19, en
realidad hasta ahora están empezando a sentirse en todo el mundo. En
esta situación, San Alfonso nos desafia en nombre de Jesús a consolar a
los que lloran y a curar los corazones oprimidos. Nos recuerda que hemos
sido ungidos por el Señor con el don del Espíritu, precisamente para
este propósito.
Como Jesús en la lectura del evangelio, Alfonso vio a las multitudes, no
como masas sin rostro, sino como ovejas sin pastor. Como Jesús, Alfonso
no sólo vio, sino que se sintió también movido a la compasión. Como,
Jesús, Alfonso encontró formas nuevas y creativas para proclamar Buenas
Noticia en circunstancias muy dificiles.
Para el Gobierno General en Roma ha sido una fuente de inspiración el
escuchar las diferentes maneras en que muchos de ustedes siguen las
huellas de San Alfonso hoy: viendo realmente las heridas de nuestro
pueblo y nuestro mundo, entrando en una solidaridad profética que nace
de la compasión, y proyectándose de forma creativa en la misión con un
mensaje de esperanza y alegría.
Que San Alfonso continúe acompañándonos en nuestra misión. Que María,
nuestra Madre del Perpetuo Socorro, nos enseñe a ser portadores de
consuelo y alegría para todos. ¡Que Dios los bendiga a ustedes, a
quienes sirven y a quienes los acompañan en su ministerio!
Su hermano en Cristo Redentor.
Michael Brehl, C.Ss.R.
Superior General
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