San Alfonso Misionero


CONVERSIÓN Y VOLUNTAD DE DIOS

El recorrido vital de Alfonso, orientado hacia los pobres, puede ser estudiado a la luz de la importancia que él atribuía al "distacco" (desprendimiento) para seguir la voluntad de Dios. Este desprendimiento alfonsiano es una actitud que expresa su experiencia personal de "éxodo" y de conversión. Y esa conversión significaba la convergencia total de su vida con una nueva meta, que ya nunca perderá de vista.
El desprendimiento de Alfonso era consecuencia de su deseo de descubrir la llamada del Padre Celestial. Alfonso no era hombre de una idea fija ni adepto de una utopía ideológica. Tuvo que buscar la voluntad de Dios entre los signos contradictorios de su tiempo. Sucesos, personas, sufrimientos, éxitos, sueños, inspiraciones... no bastaban para que él viera claro el camino. Alfonso lo tuvo que discernir en diálogo íntimo con el Señor. Llegará a ser Maestro de la oración, porque sentía la necesidad vital de rezar. Se presentó ante el Señor con todos esos signos contradictorios y, a través de un diálogo de fe, brotaron las decisiones que transformarían su vida y la nuestra.

La conversión de Alfonso está resaltada en tres momentos importantes:

El primer momento importante de la conversión de Alfonso:

Alfonso abandona los tribunales, gesto que no debe considerarse simplemente como fruto de la amargura por la derrota o el fracaso de la ambición. Es en esel momento, cuando recibe de Dios una iluminación que provocó el desengaño del mundo en que vivía, la desilusión de una sociedad que prometía justicia pero consentía el triunfo de la injusticia precisamente en la sede del derecho. Aunque no debemos esperar de Alfonso un análisis crítico de la sociedad, ciertamente podemos divisar en su espíritu de desprendimiento una sensibilidad crítica originada por la comprensión del ambiente social de su época. Más allá del caso legal, se dio cuenta de la injusticia y corrupción vigentes, que invadían las costumbres, las normas y los valores de la sociedad dominante de su tiempo: "mondo, ti he conosciuto" (Mundo, te he conocido).

El segundo momento importante de la conversión de Alfonso:

Es cuando asiste a los pacientes del Hospital de los Incurables, un momento de profunda intensidad en que oyó pregonar las palabras: "Lascia il mondo, e datti a me" (abandona el mundo y entrégate a mí). Movido por esta voz, corrió al santuario de la Virgen a depositar su espada a los pies de la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes. Un gesto profundo, con el que se separaba del mundo y cuanto él representaba. Fue un momento de apertura del corazón, de génesis de su disponibilidad a ir adonde quiera que el Señor le llevase.
El desprendimiento lo iba a conducir al mundo de los espiritualmente abandonados opción real por los pobres. Abandonados porque eran marginados , no contaban para nada en la sociedad en que él había vivido.

El tercer momento importante de la conversión de Alfonso:

Cuando Alfonso se encontraba en la región montañosa de Scala para un período de descanso. Allí descubrió un mundo que hasta entonces desconocía. Allí encontró la gente a cuyo servicio fue llamado y que serían la preocupación de toda su vida, dedicándose a anunciarles el Evangelio con todas sus fuerzas: los espiritualmente abandonados, por ser pobres.
Y así podemos ver el incentivo de su desprendimiento; fue uno de los elementos de su conversión-éxodo de un mundo, para consagrar su vida a otro mundo. Pasó del desengaño y renuncia total de un tipo de sociedad a la aceptación de otra como lugar de encuentro con Cristo Redentor.


PERPETUAR AL REDENTOR

Alfonso descubrió que la voluntad de Dios referente a él se personificaba en Jesucristo. Jesús era la voluntad encarnada del Padre, la voluntad de amor salvador. Cristo será el centro de la espiritualidad de Alfonso. Cada uno de los momentos de la vida de Jesús será para él una manifestación admirable del amor salvador de Dios.
Pesebre, Cruz, Eucaristía serán los símbolos que tornen manifiesta la fuerza pascual de la Encarnación, de la Muerte y Resurrección, del misterio del Altar que actúa en lo íntimo de la vida de Alfonso.
Cristo no es para Alfonso meramente un modelo; existe entre los dos una relación profunda de amor, una especie de identificación sacramental. El vigor misionero de Alfonso crece enraizado en el de Cristo. Como la unión amorosa de Cristo con el Padre florece en el deseo de proclamar su amor a todos, así la unión amorosa de Alfonso con Jesucristo le llevó a desear que todos lo amasen.
En el ambiente de los pobres abandonados fue donde Alfonso descubrió que Cristo se había encarnado por él. Y se sintió llamado no a ver a Cristo en los pobres, sino a identificarse con el Redentor que se hizo pobre para que nosotros fuésemos ricos. La opción de Alfonso por los pobres abandonados brotaba de su identificación con Jesucristo, no de un compromiso ideológico con una clase social.
Para Alfonso, María se presentaba siempre como el modelo supremo de esa "Cristificación" que él buscaba. Era el símbolo del amor misericordioso de Cristo a todos, especialmente los más abandonados. Ella, mejor que nadie, podía suscitar en otros una respuesta a ese amor.
Habiendo Alfonso descubierto aquellos a cuyo servicio era llamado, comprendió que todas sus fuerzas y talentos debía dirigirlos a ese único objetivo: los pobres abandonados.
Alfonso, músico y escritor, escribirá meditaciones y compondrá canciones populares; Alfonso teólogo concebirá la "vida devota" y enseñará a los confesores a ser ministros de misericordia y no de justicia con los abandonados.
Alfonso rezador inventará un estilo simple de plegaria y la renovación de la misión. Alfonso obispo dará de comer a los hambrientos en tiempo de carestía. Todo en convergencia para la tarea de "evangelizare pauperibus", llevar el Evangelio a los pobres abandonados. La opción preferencial de Alfonso por los pobres no admitía exclusiones.
No rehusó su ministerio a ninguna otra clase: el clero, las religiosas y también los nobles y los ricos. Siempre procuró estar disponible también para esos otros. Pero únicamente en vista de los más abandonados funda una comunidad apostólica, la Congregación del Santísimo Redentor.
Una comunidad destinada a hacer llegar a esa grey la forma de Alfonso de proclamación explícita, profética, liberadora del Evangelio. Debía ser una proclamación que llevara a la conversión, porque está impregnada de misericordia y de esperanza. Alfonso nunca se limitaba a denunciar el pecado; presentaba siempre un proyecto de vida nueva. No se contentaba con suscitar una respuesta inmediata; procuraba estructurar una nueva vida cristiana profunda. Aun no siendo tan consciente de la justicia social como hoy lo somos, no se puede negar que hizo esfuerzos extraordinarios para basar la vida cristiana en la dignidad fundamental de la persona humana. Incluso tratándose de los más sencillos y más pobres. Esa dignidad inalienable de la persona humana, anterior a cualquier diferencia natural o convencional de los seres humanos, resplandece en la teología moral de Alfonso, en la que la santidad de la conciencia personal goza de primacía indiscutible sobre todas las leyes. Y, ¿no es precisamente esa afirmación de la dignidad personal de cada ser humano delante de Dios el primer acto de justicia debido a todos, y la base real de nuestra igualdad y de cualquier otro postulado de justicia social?

EVANGELIZAR A LOS POBRES

Alfonso encontró que los pobres tenían un mensaje para él y sus compañeros. En ese sentido podemos entender su insistencia en que los redentoristas vivieran entre aquellos a los que son enviados. Alfonso preveía la ruina de la Congregación si ésta se desarraigaba de los pobres para plantarse en las cortes y en los palacios de la ciudad, que para él eran símbolos de una sociedad que rechazaba. Y eran símbolos poderosos capaces de perturbar las propias posiciones interiores. Lejos de los pobres, la Congregación abdicaría de su misión, porque vendría a perder la sensibilidad hacia aquellos a cuyo servicio fue llamada, aquellos que enseñarían a los miembros de la Congregación lo que significa la salvación para un Redentorista.
Alfonso no intentó vivir una vida de solidaridad con los pobres, tal como hoy se entiende. Pero en la conducta de Alfonso tenemos tres hechos claros. Primeramente, hombre rico como era, igual que varios de sus compañeros de la primera generación, provenientes de capas altas de la sociedad de Nápoles, se exigió a sí mismo y a ellos un cambio de estilo de vida realmente significativo. Tal actitud era considerada por él no bajo el aspecto de identificación con los pobres, sino identificación con el Redentor pobre, que dejó todas sus cosas divinas para hacerse uno de nosotros. 
En segundo lugar, Alfonso buscó siempre el contacto directo y personal con los pobres. Los pobres no eran solamente acogidos; el celo apostólico impulsaba a los misioneros a contactarlos, yendo al encuentro de los más abandonados. Alfonso tomó la iniciativa de fundar una congregación para poder llegar a esos pobres abandonados. Su actitud pastoral era la de actuar, no sólo la de reaccionar.
En tercer lugar, Alfonso no eligió una vida fundada en el pauperismo. Su sentido práctico, aliado con el desprendimiento, le llevaba a discernir si los bienes materiales eran efectivamente empleados en ayudar a los congregados a acercarse a los pobres espiritualmente abandonados. Los bienes de la comunidad tenían por fin volver a ésta disponible para los pobres abandonados, a cuyo servicio era llamada. No debían constituir nunca un elemento de separación entre la comunidad y esa gente.

LA COMUNIDAD APOSTÓLICA

Estos aspectos de la vida de San Alfonso van mucho más allá de una mera devoción personal; son signos de una auténtica dinámica espiritual que él dejó en herencia a la Congregación: "Seguir el ejemplo de Jesucristo Salvador, el la predicación de la divina Palabra a los pobres" (Const. Nº 1)-
Seguir al Redentor y vivir para los pobres constituyó siempre para Alfonso una única realidad que brotaba directamente de su experiencia viva y vivida. Ese es también el fin único de su Congregación.
Pronto cayó en cuenta Alfonso de que el camino para la identificación con Cristo redentor no era una aventura individualista. Para él, fundar la Congregación no significaba simplemente crear un grupo de acción pastoral; más bien, significaba crear una comunidad apostólica que, en su ser y en su obrar, debería constituir una continua presencia salvadora del Redentor. Era la comunidad apostólica, no ya el Redentorista individualmente, quien debía ser un signo visible del Redentor. 
La comunidad apostólica debería esforzarse por crear en el propio ámbito una atmósfera de mutuo respeto, de recíproca ayuda y de santificación. Convirtiéndose en modelo vivo del Reino de Dios, reino de justicia y de paz.

Comunicanda 10 - 1 de julio de 1987 -
Reflexión que el Consejo General ofrece a todos los Redentoristas en el Bicentenario de la muerte de San Alfonso, nuestro Fundador.