Queridos Cohermanos, Hermanas y Asociados en la Misión:
El 15 de marzo de 2020 es el bicentenario de la muerte de San Clemente
María Hofbauer, conocido generalmente por "el apóstol de Varsovia y
Viena" y el "segundo Fundador de la Congregación". La aportación de San
Clemente a la historia y desarrollo de la Congregación del Santísimo
Redentor ha dejado en nuestra espiritualidad y misión una huella
indeleble.
Por
esto, el Gobierno General ha decidido decretar un Año Jubilar en honor
de San Clemente: del 15 de marzo de 2020 al 15 de marzo de 2021. Durante
este Jubileo, recordaremos, una vez más, tanto la persona como la labor
de nuestro cohermano Clemente, cuya "vida - según personalmente
afirmaron quienes lo conocieron - se basó en el amor a Dios y a la
Iglesia, y en su deseo de dirigir las almas a Dios". A Clemente le tocó
vivir política y religiosamente una época muy difícil. Fue el suyo, un
tiempo de hostilidad hacia la Iglesia y hacia la vida religiosa, pero
supo abrir un camino a la renovación cristiana. A él se debió que la
vida religiosa renaciera en Varsovia y en Viena.
Clemente vivió una época histórica muy diferente a la nuestra; sería
erróneo, por tanto, imitar o copiar, sin más, su labor y su
espiritualidad. Además, Clemente nos instruye en determinados aspectos
de la vida religiosa que son muy relevantes hoy día: el valor de la
oración y la fidelidad a Dios, el celo apostólico y la dedicación a los
abandonados y pobres, asociación de laicos en la misión, la fidelidad a
la Iglesia y la perseverancia en el carisma de nuestra Congregación.
De Clemente podemos aprender cómo vivir en comunión con Dios y ser, al
mismo tiempo, apóstoles celosos que se dedican a la proclamación del
Evangelio a los más pobres y abandonados. Al igual que San Alfonso, la
genialidad de Clemente estuvo en armonizar la vida interior con la
actividad apostólica, ya que ambas dimensiones corren frecuentemente
peligro de disociarse. Para los Redentoristas, el Reino de Dios no puede
construirse si está separada la vida interior de la actividad misionera.
Sin pasión y fuego en el corazón, la dedicación al Pueblo de Dios y a la
actividad apostólica se convierten en algo meramente exterior.
La fortaleza y el celo apostólico de Clemente se basaron en una fe
inquebrantable y en una confianza absoluta en Dios. Solía repetir a sus
cohermanos: "Dejen que Dios les guíe y todo saldrá bien". No olvidemos
que Clemente ejerció el apostolado frecuentemente en un ambiente de
extrema hostilidad y teniendo enfrente a feroces enemigos de la Iglesia.
Cuando lo atacaban solía repetir con firmeza: "Soy, sin duda, un gran
pecador, un hombre lleno de miserias, pero poseo un tesoro que Dios me
ha dado, el tesoro de la fe y de una fe tan firme que no quisiera
cambiarla por la de nadie. Soy católico de los pies a la cabeza".
Una constante preocupación de Clemente fue la de formar como apóstoles a
laicos comprometidos, hombres y mujeres. Poco después de su llegada a
Varsovia creó grupos de laicos a los que formó y preparó para ejercer el
apostolado en diversos ámbitos de la vida eclesial. En 1788 creó una
comunidad de laicos, llamados oblatos; es decir, consagrados a Dios.
Clemente señaló que el fin fundamental de los Oblatos era la propia
santificación, seguir a Jesús con toda el alma, escuchar la Palabra de
Dios, ser miembros de un círculo de oración, practicar los sacramentos
de la Iglesia, alentar la fidelidad al Santo Padre y a las enseñanzas de
la Iglesia, y difundir la prensa católica especialmente los libros
piadosos. Su llegada a Viena hizo que allí donde estuviera se
convirtiera en un "centro misionero", en un lugar de encuentro,
particularmente para los jóvenes y, especialmente, para los estudiantes
universitarios que lo eligieron como maestro, consejero y amigo.
Clemente se distinguió igualmente por su gran amor a la Iglesia y al
Santo Padre. Solía repetir en sus sermones: "Quien no quiera a la
Iglesia como madre no tendrá a Dios como Padre". Exhortaba a todos a
orar por el Santo Padre y a que indujeran a otros a hacer lo mismo. Esto
fortalecería la propia identidad católica y ayudaría también al Papa en
sus responsabilidades.
Clemente también fomentó en los demás una gran estima y amor filial a
nuestro Fundador, San Alfonso María de Liguori. Además, trató con ahínco
de permanecer fiel al carisma de la Congregación. Uno de los testigos en
su proceso de beatificación declaró cómo inculcaba en sus cohermanos el
amor al Fundador y a la Congregación: "Fue Clemente quien me infundió el
amor a San Alfonso y a su Congregación. Él había escuchado personalmente
a Alfonso y hablaba siempre de sus cohermanos italianos de Roma con el
mayor amor, lo que hizo que me inculcara un profundo amor a San Alfonso
y a la Congregación". Siguiendo el espíritu de Alfonso, Clemente se
esforzó constantemente por vivir y trabajar, juntamente con sus
cohermanos, en la comunidad apostólica, incluso cuando las autoridades
civiles le ponían numerosos obstáculos en el camino.
El amor de Clemente al prójimo, especialmente a los más pobres y
abandonados, surgió de su gran amor a Dios. Lo llamaban "padre de los
pobres"; y es que los pobres, los abandonados y los marginados
encontraban en él a un compañero y a un amigo sincero. Vivió junto a los
pobres, siendo él mismo pobre, y compartiendo generosamente cuanto tenía
con ellos. Frecuentemente pasaba tiempo con los enfermos y moribundos,
preparándolos a través del sacramento de la reconciliación para su
encuentro con Cristo Redentor.
Queridos hermanos y hermanas, quisiera concluir con las palabras de
Clemente, de hace más de doscientos años, dirigidas a sus cohermanos.
Esas palabras tienen un carácter tan universal que pueden alentarnos
también a nosotros a entregar nuestra vida y nuestra misión a Dios y a
buscar su voluntad en todo cuanto hagamos.
"¡Ánimo! ¡Dios es el Señor!" Él lo dirige
todo para gloria suya y para nuestro bien; nada puede oponerse a él.
Todos los planes humanos, incluso diseñados con el mayor detalle, solo
valen si se orientan al cumplimiento de su voluntad... Veo que todo lo
que parece hecho para hacernos daño nos lleva hasta donde el Señor
quiere... Dejémonos guiar por Dios y todo irá bien... ¡Queridos
hermanos! Tengamos cuidado con el pecado y esforcémonos por la
perfección. Esto es lo único que tenemos que tener en cuenta. Seamos
valientes de corazón y animémonos mutuamente a hacer el bien. Tratémonos
unos a otros con amor. A todos los saludo en el Corazón de Jesús".
¡Que este año jubilar sea un acicate para continuar con valentía la
misión de la Congregación! ¡Que podamos, al igual que San Clemente,
predicar el Evangelio siempre como testigos proféticos del Redentor en
solidaridad con la misión en un mundo herido!
Aliento a todas las Unidades y a todas las comunidades locales a
organizar alguna actividad o evento con el que honrar a San Clemente en
este Año Jubilar; y que lo comuniquen a aquellos a quienes somos
enviados hoy. ¡Que el espíritu misionero y el celo apostólico de
Clemente animen todos nuestros planes apostólicos!
Su hermano en Cristo, Nuestro Redentor,
Michael Brehl, C.Ss.R.,Superior General
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